asociación de
escritores
de tandil


Hugo A. Rodríguez
Hugo Rodríguez (Tandil, 9 abril de 1973).
Ejerce el periodismo ha trabajado en diferentes medios radiales y gráficos de la ciudad y la zona.
En mayo de 2008 presentó su primer libro, titulado “Vamos Ganando los verdaderos Héroes”. Son 36 textos (cuentos, anécdotas y homenajes a deportistas de la ciudad). Los prólogos fueron escritos por Víctor Hugo Morales, Alejandro Apo, Eduardo Sacheri (escritor) y el entonces Director de Deportes de Tandil Ernesto Palacios. El trabajo tuvo un fin solidario, lo recaudado fue destinado a la escuela número 3 Pedro Zani de la Base Aérea.
Desde el año 2010 colabora con el grupo “De caminos y de cuentos” de la ciudad de Mar del Plata creado por Adelina Gallotti y Juliana Mazza: http://decaminosydecuentos.blogspot.com.ar/
En la actualidad es corresponsal de FM MASTER 104.9 de Tornquist Bs As: http://radiofmmaster.com/
Para más textos: www.minuto91.tv y www.abchoy.com.ar .
Autoretrato
Nací en Tandil, un 9 abril del año mil novecientos setenta y tres después de Cristo, pero eso no lo recuerdo, a mi me lo alcahuetearon, si miento es por boca de terceros, ¿Yo? Yo argentino. Dios que dicen todo lo sabe lo sabe bien.
Escribir escribo desde que la sesera se acuerda que eso es garabatear letras. Solo que ese hábito lo tuve que acrecentar para mi profesión.
Aparte, como dice el maestro de reporteros Rodolfo Braceli: “Si no escribo exploto, y cuando exploto escribo”. Creo que esa es una de las mejores frases del mundo.
Natalia y Brisa son mis musas favoritas. Ellas siempre andan juntas a la par, y es así desde que se gestaron. Son hermosas esas doncellas, lo único malo es que les tocó ser mis hijas, eso dicen ellas. Y hay una tercera. Pero no hablo de descendientes, les murmuro de las diosas que soplan aires motivadores. Esta me salvó la vida allá lejos y hace tiempo.
Ejerzo el periodismo desde tiempos arcaicos y he trabajado en diferentes medios radiales y gráficos de la ciudad y la zona. Los que me quieren dicen que de mi gola (lean bien) salen lindos sonidos. Falsa modestia aparte, creo que es así, al reparto de belleza corporal llegué tarde, al de voces no, ahí me aparecí tempranito y manotié la que me gustó. Lola.
Mis detractores me achacan ser pesimista, yo me considero realista. Entre ambas hay un largo trecho, he dicho. Aparte, se sabe que, el peor de los descorazonados es el mejor de los informados y eso para un comunicador es bueno, muy bueno.
En mayo de 2008 presenté mi primer libro titulado “Vamos Ganando los verdaderos Héroes”. Son 36 textos (cuentos, anécdotas y homenajes a deportistas de la ciudad). Los prólogos fueron escritos por Víctor Hugo Morales, Alejandro Apo, Eduardo Sacheri (escritor) y el entonces Director de Deportes de Tandil Ernesto Palacios. El trabajo tuvo un fin solidario, lo recaudado fue destinado a la escuela número 3 Pedro Zani de la Base Aérea.
Desde el año 2010 soy colaborador del grupo “De caminos y de cuentos” de la ciudad de Mar del Plata creado por Adelina Gallotti y Juliana Mazza: http://decaminosydecuentos.blogspot.com.ar/
En la actualidad soy corresponsal de FM MASTER 104.9 de Tornquist Bs As: http://radiofmmaster.com/
Si me quieren ojear, vayan a estos sitios, www.minuto91.tv y www.abchoy.com.ar . En el primero trazo renglones que parlotean sobre fútbol. En el segundo de lo que se me da la gana. Listo, no los jodo más. Los libero para que atiendan cosas verdaderamente importantes, o sea, leer al resto de mis colegas.
Pequeñas letras en el Día de la Abuela.
Mi recuerdo “a Flora”.
Según dicen, hoy (segundo domingo de noviembre) es el día de la abuela. Y como no se me ocurre nada inteligente para homenajear a esas damas es que rescaté un texto de hace tres añitos garabateado desde mi “exilio” marplatense. En él me despaché con los sentimientos tras la partida de mi propia nana a respirar aire a otro sitio. No pretenderé que a ustedes, estimados lectores, les guste. Solo me daré por satisfecho si logran entender porque la necesidad de hacerlo.
Encima, hace unos días, mi hermano me preguntó datos específicos y tuve que revolver archivos, todos esos datos y recuerdos inexorablemente inundaron mi mollera.
Listo. Estas letras introductorias terminan acá, pero no sin antes dejarles mi estrechamiento de miembros superiores a todas ellas. Feliz día a todas las abuela de buena voluntad.
*** *** *** *** ***
Estas líneas son bastantes personales, muy mucho diría. Pero, ¿Qué no lo es cuando uno escribe algo? Y yo soy de esos que entregan todo sea cual sea el artículo que tenga que garabatear, no hago diferencia entre crónicas, notas de opinión, entrevistas o simples noticias, a todas ellas las tecleo con pasión.
Por eso no me avergüenzo de compartirles estos renglones, porque todos tenemos una historia y porque todas, a pesar de las coincidencias, son distintas, solo que muchos no se animan a contarlas, yo sí.
Por eso es que la dejo a la vista, si quieren pasen a pispiar. Además, lo hago para que le lleguen a los malparidos que me parieron (estén donde estén), porque alguno de sus alcahuetes se los va a hacer saber. Pero señores, sépanlo, a estas palabras no las van a poder distorsionar, ni tampoco las podrán hacer desaparecer como hicieron con el libro que le regalé a la Flora y que ustedes no le dejaron leer (porque se lo robaron).
Y a esos, a sus buchones, les agrego: Díganles que todo vuelve, pero eso ya lo están viviendo. Aparte, a estos vocablos no las van a siquiera entender, porque ya se los anticipé, estas líneas están escritas con amor y con verdad, y de esas cosas ustedes no saben nada.
*** *** *** ***
Ahora sí, acá mis sentimientos.
No voy a ser original en mis palabras, como tampoco lo fui en el título. No. Imposible serlo. No puedo, ni pretendo intentarlo siquiera. Y no lo voy a lograr porque la muerte es un tema muy trillado en cuanto a expresiones se refiere ¿Qué no se ha escrito u cantado? ¿Qué artista o filósofo no ha intentado explicarlo?
Y si ellos con su capacidad infinita no encuentran nuevas metáforas, como voy a pretender yo superarlos. Repito, eso es quimérico.
Entonces solo hablaré de ella, de la Flora, o sea, escribiré los sentimientos que “afloren” de mi sesera sobre mi abuela “Florita” que recién hoy, 17 de junio de 2010, se ´animó´ a decidir por primera vez en años. Pero esto lo van a entender a medida que avancen en la lectura.
Doña Florentina eligió irse cerca de las 9 de la mañana tras 95 años de sufrimiento. Entonces, su defunción no me pone mal, no, nada de eso, y si me apuran, hasta les digo que estoy contento porque ella, ahora, si está en paz.
¿Entonces qué cuales son mis emociones? Pregunta usted. Y yo le contesto que son las habituales en alguien que tiene la conciencia tranquila, le di y le dije todo en tiempo y forma, solo me da un poco de tristeza.
Y esto lo digo porque uno de sus descendientes (el machito, o el que se la da de tal) anda moqueando y haciendo el circo “de los doloridos” que bien conocemos tras una partida, me entienden ¿no? En fin, en cuore sucio siempre hay lágrimas de cocodrilo y ese tipo huele mal de ambas.
Pero volvamos a mi tristeza. Esta se esfuma al instante porque sé que Florentina de Battista ya dejó de penar. Y cuando digo dejó de padecer, no me refiero a dolores físicos, no, nada de eso. El final la encontró más sana de lo que parecía.
Cuando expreso que dejó de afligirse me refiero a lo emocional, a sus angustias.
Florentina era una mujer que resistió de la peor manera. Ella sufrió y lloró en soledad, y esa es la forma más cruel que existe, cuando se lo hace en silencio el corazón se te achicharra a cada latido.
Florita toleró como pocas personas el ir sepultando de a uno a sus familiares directos, vio partir a sus padres y a sus 13 hermanos (solo la sobrevive “Carmencita”, la menor, la que cumple años el mismo día que yo), y eso a la Flora la desgastó de manera implacable y la convirtió en la persona chiquita de físico que conocí.
El dolor la carcomió tanto que la encorvó, y así la veía caminar a todas partes, con la cabeza gacha, a paso redoblado y con los “hombros cargados” hacia delante.
Me detengo en el detalle de sus “hombros cargados”. Ellos no solo sufrían los dolores del alma, sino que también soportaban el esfuerzo de tanto trabajo de campo de los años 40 del siglo pasado. Los omóplatos le pesaban toneladas después de tanta ropa y pañales lavados a mano y con agua helada, cosa que también deformó sus dedos, extremidades que casi nunca me acariciaron, pero estoy seguro que esa no era su voluntad.
En cambio ella me mimaba tejiéndome bufandas con los colores de Boca y me espetaba: “`Paque´ no tengas frío en la moto cuando vas ‘pal’ trabajo”. Es más, ella todavía pasa sus manitas sobre mí todas las noches (y ahora en pleno invierno marplatense aún más) ya que su acolchado multicolor nunca tendrá rival en cuanto a calidez.
Y por el contrario a lo que pasó conmigo, sus dedos si fueron generosos con lo más importante de mi vida, sus dedillos arrugados y débiles si mimaron bastante a Natalia y Brisa, y obvio también las llenó de tejidos. Y en esto que voy a expresar no me equivoco, estoy seguro que no, yo creo que la Flora acarició mucho a mis amores mellizos para volcar en ellas todo el afecto y todos los arrumacos que sus “carceleros” no le permitieron dar a sus otros nietos y a sus otros bisnietos, estoy convencido de ello.
También en sus espaldas aguantaba el peso de ser una mujer maltratada. Pero recontra ojo, no me refiero a un maltrato corporal por parte de mi abuelo, no, aunque vaya uno a saber. Del ultraje al que me refiero es al verbal, el mismo que “el Camilo” le dispensaba a todo el mundo, el de carajearla a toda hora. Pero bue, en esa época esas cosas eran las predeterminadas, esas cosas se aceptaban sin chistar y no tenían la condena social que tienen hoy día.
Y mire, venga, acerque el oído (en este caso los ojitos) estimado leyente; le voy a contar una anécdota sobre como la Flora se endosaba de peso sus propios hombros.
Florentina era de esas madres que le llevaba la comida en la boca a su hija de manera literal, porque cuando “la Normita” era castigada con la cama sin cena, la Flora se hacia la “distraída” (tal su fatídica costumbre), cargaba bocado en su boca y se lo llevaba a su retoño femenino a escondidas del marido, porque si la descubría, ¡Zaz! La hecatombe total.
En fin, eso era Florentina. Pero la Flora también fue la mujer que nunca se animó a dar un paso por si misma, la que nunca tomó una decisión por cuenta propia, y esas debilidades también la hicieron sufrir, porque encima ella era bien conciente de ese raquitismo en su carácter.
Es por todo eso que al principio hablé de sus sufrimientos, los que seguiré repasando.
De niña padeció los rigores de las crianzas que se instituían hace 150 años. De joven se casó siendo más bien una niña ¿entienden el juego de palabras? Y eso hace penar a cualquiera.
Para colmo, ya de adulta, sufrió las amenazas, el secuestro y la manipulación de su hijo y nuera que le “sugirieron elegantemente” que se alejara de su hija y de sus otros nietos, y ojo que quién esto escribe es, mal que le pese (y eso es muchísimo), “hijo” de esos secuestradores. Hablo pues con conocimiento de causa.
Esas basuras de personas (la que me “parió” y el que ayudó a “engendrarme”) son los que fieles a su estilo hicieron que el último tramo de vida que desandaba la Flora, fuera in feliz, digamos que altamente desdichado.
A la hija recién se la dejaron ver cuando la culpa ya los estaba carcomiendo, léase culpa bajo la palabra cáncer. Pero era tarde, la enfermedad que tienen esos “pobrecitos” en el cuerpo y en el corazón es eterna. Y era tarde en el tiempo, porque a la primogénita y a la mamá les ROBARON (así con mayúsculas) 20 años.
A la hija y a los hijos de esta (o sea mis primos) durante ese itinerario, les hicieron de todo: los insultaron, amenazaron y cagaron a palos de manera literal.
Por eso, entre otras tantas cosas, la Flora no pudo tenernos a todos en la recta final de su camino.
El odio de esos enfermos es de temer, y encima, si no haces lo que dictan te clavan el cuchillito de la traición. Doy fe de eso. Porque si a mí, que soy de su “sangre directa” me hicieron lo mismo, imagínense lo que queda para los demás.
En sus últimas horas por este mundo la Flora emuló al gran gordo Soriano y las sobrellevó “triste y solitaria hasta el final”. Pero como ya comenté antes, ella también se “auto-condenó” al aislamiento en sus días postreros.
Igual ya venia dando indicios de que estaba por cambiar el rumbo de su existencia. En la última visita “con marca personal y por toda la cancha” que le permitieron tener a su hija, la Flora le dijo al oído que estaba por volver a su vivienda: “Porque yo tengo casa, no sé porque me tienen acá (geriátrico) si yo nunca quise venir a este lugar”.
Les decía, eso fue un indicio. Doña Florentina estaba craneando su póstuma decisión, la de volver a su propio pago. Y eran tantas las ganas de hacerlo que decidió no esperar más, no esperó la hora del postre, ese de crema de leche que tanto le gustaba, no, prefirió el gustito de decidir por fin, después de tanto tiempo, lo que quería hacer.
Y eso era abrazarse con sus hermanos y sus padres, y allá andará meta beso y estrechamientos por los cielos de González Chávez y hasta creo que la veo alborozada, si, definitivamente la veo sonreír.
Me alegro por vos Flora, me pone contento verte, mejor dicho, me hace feliz imaginarte así.
Esta vez no voy a poder regalarte el primer teléfono para que me llames ¿Recordás el viejo ladrillo Motorola? Ese día de marzo del 2000 fue tremendo. No entendías como se podía hablar con algo al que había que cargarle una tarjeta, en fin, lo usaste poco.
Después de que tus secuestradores te usurparon la casa para poner la “fábrica de trofeos trucha de Olimpia-Landia” (cosa que hicieron robándome plata, la que tenía producto de indemnizaciones por accidentes de trabajo que sufrí en RONICEVI) y no pagar impuestos, te impusieron una línea fija, aunque claro, vos tampoco la usabas porque sabías que te estaban monitoreando las mismas, las escuchas de la CIA un poroto contra la de estos “malparidos”.
Pero confío en que ya encontrarás la manera de hablarme. Mientras tanto te dejo disfrutar de tu última voluntad, ya nos tocará el turno de volvernos a ver. Disponga y decida tranquila doña Florita, usted, abuela, ya es libre.
Hasta pronto o hasta cuando sea. Te seguiré queriendo y extrañando.
Posdata de la Flora 1: Año 1996. Mi hermano hacía un año que se había ido a Buenos Aires a la escuela de Sub Oficiales del Ejército, producto de la baja del servicio militar obligatorio, y yo me organicé para visitarlo. La Flora me preguntó si podía llevarle algo “al Dani” y yo le dije que sí. El día de la salida pasé a buscar el objeto que era un Tuperware lleno de ravioles caseros pero ya cocinados. ¿Qué le iba a retrucar? Nada pude.
A lo de mi brother llegué casi una jornada más tarde, ya que tuvo que cumplir con una guardia extra. Cuando logramos coincidir y yo le entregué el bols que había sido cargado dos días antes, que había viajado 7 horas y que reposó en unos cubículos de la Terminal de Retiro con un calor salido del infierno la comida tenía aspecto de menjunje de la Edad Media. Ergo, terminamos cenando una especie de aglomerado de pasta, relleno y tuco que nos pareció, igual, lo más rico del mundo.
Posdata de la Flora 2: Hoy les comenté por arriba que Florita amaba la crema de leche. Era una de sus debilidades más reconocidas. Recuerdo una anécdota que no tiene desperdicios, no lo tuvo para ella y no la tiene para mí. Un día llego con Natalia y Brisa a comer unos tallarines. A la hora del postre, que mis mellizas amaban, la Flora sacó las compoteras y los duraznos hechos en almíbar, y luego el recipiente con la crema batida.
El mismo tenía muy poco contenido, la mitad de lo que habitualmente preparaba. El envase de vidrio presentaba los rasgos inconfundibles de los dedos marcados por alrededor que fueron saboreando la dulce crema. La Flora, puesta en evidencia, ni siquiera se sonrojó y lo negó con todo su ser. Eso sí, cada vez que la juntada se repitió se encargó de hacernos ver la compotera de crema siempre bien llenita.
Y si mientras esto escribo, y si mientras esto estás leyendo ves que unas gotitas de agua se salen de mis ojos, no es que te esté llorando de tristeza Flora, solo las derramo recordándote como mi única abuela, a la que paradójicamente poco pude disfrutar.
Hugo Rodríguez (en este caso no el periodista, tampoco el que escribe de ves en cuando, esta vez habló el nieto).
SUEÑOS DE UN “CORAZÓN DELATOR”
Sobre cuentos de Sacheri, canciones de Cerati, sentimientos, cumpleaños y otras yerbitas
“No es un capricho, cuidado. No es un simple antojo. Es algo un poco más profundo, si me permiten calificarlo de ese modo. Seré más explícito. (…) Le debo algo y sé que no tengo forma de pagárselo. O tal vez ésta sea la peculiar moneda que he encontrado para pagarle (…)
Él no lo sabe, cuidado. Así que mi pago es absolutamente anónimo. Como anónima es la deuda que con él conservo. Digamos que él no sabe que le debo, e ignora los ingentes esfuerzos que yo hago una vez y otra por pagarle...
Por empezar les tendría que decir que la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo se quedase ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las infinitas traiciones tan propias de nosotros los mortales (…)
Porque ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por acumular un montón de presentes vulgares encima de ese presente perfecto, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida.” (****)
(****) “Me van a tener que disculpar” de Eduardo Alfredo Sacheri. Cuento incluido en “Esperándolo a Tito” editado por Galerna en 2001.
Letras introductorias/aclaratorias.
Citar un fragmento del relato de Sacheri no es un capricho sin sustento de mi parte estimados lectores, pero ya dilucidarán porque se los digo. En este 2013 los recuerdos de mi etapa de niño y adolescente se me vinieron encima de maneras varias. Léase todo lo malo y también lo bueno. Me detendré solo en esto último, lo alegre. Entre esas sonrisas está la de reencontrarme con compañeros de la primaria y secundaria. Los iniciales de la Escuela número 11 Bartolomé Mitre y los segundos de la Técnica Felipe Senillosa. Fue entonces que mi mollera empezó a rescatar duendes, a recordar situaciones, a oler fragancias, a degustar sabores, a oír canciones y a leer historias…
Pero fue al ojear libros de un amigo, que los cuentos de mi propio corazón salieron a la luz. Después vinieron las juntadas, las cafeteadas y los sueños, y ya todo se me embarulló, y el marote está a punto de explotar.
La difusa línea entre anhelos, sueños y realidad es justamente eso, real y borrosa. Los sentimientos, los pavores y las falencias también se ajustan a la verdad. Las historias, las personas y los títulos de los cuentos también son de este mundo. Pero ojo al piojo. Si a algunos seres con alma no los nombro bien en castellano, si no digo sus gracias con mayúsculas, no es por cobardía, sépanlo. Los voy a omitir simplemente porque no todos dieron su conformidad para ser citados, y les agrego eso de que las gratitudes son anónimas.
No soy de los que se esconden, y mucho menos le saca el pecho a sus acciones, que quede claro.
Y acá valen otras exhortaciones. A las personas que les gusta levantar el dedito de acusar, a los que les encanta sembrar cizaña, a los que en vez de cerebro tienen una cloaca, a los que están llenos de fantasmas, a los que tienen el corazón en modo automático, a los que son periodistas y a los que ejercen la profesión chimentera pero sin ser comunicadores, o sea, a esos ´amarillistas´ de la vida…a todos esos les aconsejo que desistan de encarar esta lectura. Y se los sugiero porque no van a entender nada, y no quiero ser culpable de hacerles perder su valioso ´tiempo´.
Y si lo hacen, allá ustedes. Se arrancarán los pelos y el bichito de la duda los carcomerá de manera devastadora.
En cambio, si los que me están ojeando son lo amigos de tantas lecturas, a ellos les digo que, si se sienten identificados con algunos de los venideros párrafos y emociones, no se asusten, a ustedes también les esta pasando eso que llamamos “vida”.
*** *** *** *** *** ***
-“A mediados de mes festejo mi cumpleaños. Si tenes ganas te espero”.- Esas fueron las palabras de una ex camarada de estudios secundarios.
La cosa es que, el día fijado, este garabateador de letras tuvo que trabajar y no pudo arrimarse a la fiesta/reencuentro. Para remendar el “desaire” acordé una cafeteada con el fin de saldar la deuda en vivo y directo. Y fue ahí, en ese momento, que estas líneas empezaron a ser craneadas y las dudas y los temores hicieron su primera irrupción. Pero no soy de esos que les dan la espalda a sus “miedos”, entonces me senté y empecé a escribir.
¿Qué? Y ¿Cómo? Fueron las preguntas que me hice durante la previa. ¿Qué interrogatorio se le hace a una persona a la que no ves por veinte años y encima le debes que en esa época te haya salvado de irte a respirar aire a otros mundos? Y en el caso de saber ¿Cómo lo haces?
Bueno, esas cuestiones no me las pude sacar de encima, no supe formular ninguna de las dos.
Solo sé que, en definitiva, el gran Gustavo Cerati tenía razón, mi corazón se volvió un delator (¡Ay no!, acabo de darme cuenta que otra vez escribí en pasado, mierda che, dale Gus, este silencio se vuelve insoportable).
Pero, para que entiendan todo esto me van a tener que leer hasta el final, y ya saben que no soy de esos que le mezquinan darle dedo a las teclas. Así que, si andan escasos de tiempo o de ganas, ahórrense el tramo, no quiero reclamos, después no digan que no les avisé ¿Cachay?
Encima, ahora que estoy en el baile no sé como cornos bailar, nunca fui muy ducho en eso de mover el esqueleto y con la edad las burradas se potencian; aparte, digamos, yo ya estoy más cerca de ser un abuelo (Otra vez espeto un ¡Ay Dios!: espero que eso último que escribí no sea así, que no sea, ¡Nooooooo!...-solo para entendidos de mi historieta-) que de ser “El curioso caso de Benjamín Button”
En fin, les decía que, ya metido en el bailongo, no sé como contar lo que quiero. No se encararlo, en eso sigo siendo un adolescente. Bue, haré lo que pueda, seguiré juntando dichos y frases de escritores y cantantes que se entenderán solo en los renglones postreros de esta columna.
Empezaré coincidiendo y dándole la razón por segunda vez a mi amigo Eduardo Sacheri. Yo también odié por mucho tiempo las “Reuniones de egresados”* simplemente porque “Nunca tuve suerte con las mujeres”**, entonces, ir a esas juntadas me hacia recordar lo mucho que había sufrido desde el Jardín de Infantes, en donde la maestra Laura era la más hermosa del Universo y uno ignoraba que nunca le daría bola. Y desde esos días, a estos que hoy vivo, pasó mucha agua debajo del puente.
Pero hoy estoy hablando solo de la etapa de pubertad, por ende (cuentas mediantes) han desfilado exactamente 23 años de océanos y cataratas por la vida de este escribidor. Y ojito ojote que no hablo de “mujeres”, hablo de “vivencias”.
Por esto mismo que les estoy contando, el volver a saber de esa compañera de estudios, me puso en los dilemas anteriormente citados, esos de: ¿Qué decir, qué preguntar, cómo hacerlo? Agregados esos otros ítems de la “poca fortuna” y de “deberle algo”…
Y bue, el día llegó y yo fui rumbo a lo desconocido, y cuando llegué al lugar me abataté. Verla cara a cara y no face a face, fue un temblor que no pasó (¡Otra vez una frase de Cerati, otra vez…!), fue una sacudida que sigue afectando mi estructura ósea.
Y del cimbronazo ya no me repuse, lo disimulé como pude, me hice el otario y otras yerbas. Pero no supe encarrilar la conversación, no pude. Sus ojos me abstrajeron de la realidad como veintipico de años atrás, sus faroles, estimados lectores, te subyugan, te hipnotizan…y me hicieron retroceder en el tiempo. El tiempo, el maldito tiempo que bien dijo Sacheri, a veces nos hace la guachada de seguir transcurriendo.
Y ahí quedé, en stand bay, en estado de pausa, adormilado y viendo pasar todo en cámara lenta. Y cuando me desperté empezaron las dudas, ¿Lo había soñado?, conociendo mi suerte debería decir que sí, pero no sé. En mis manos estaban los libros de Sacheri y recordé que varios minutos antes los había estado devorando.
Al final no sé que tan real fue la cosa. El mismo escritor -de ese que Campanella llevó al cine estoy hablando- una vez me dedicó uno de sus trabajos y me puso: “Hugo, acordate que lo que leemos también lo vivimos”.
Entonces, ¿Nada de lo que hasta acá les conté acaeció? ¿Solo lo “viví” porque lo “leí”?. ¿La rubia de luceros azules no se juntó conmigo, y jamás, entonces, pudo observar mi propias interrogaciones, esas que disparaban mis ojos, esa que es “La pregunta de sus ojos”*** o, en este caso, de los míos?
¿Ella solo se miraba al espejo del café que de vez en cuando visito? ¿Ella solo concurrió a una reunión de egresados que imaginó mi sesera?
Al final, la ronda termina acá, y me sumo a las experiencias del literato. Yo ni en los sueños “soy un tipo que tenga suerte con las mujeres”.
Lo único bueno es que, mi corazón, que sigue meta sístole y meta diástole está vivito y coleando y por ende puede seguir soñando mejores finales, al estilo del de “Reuniones de egresados”.
¿Entonces?
Y sí, Gustavo Cerati tiene (ahora si en presente) razón, el cuore, al final, siempre es un guacho delator que aguijonea la conciencia y te hace mover las neuronas; después queda poner manos a la obra y eso es lo más difícil.
Posdata: Listo. Me saqué este sueño de encima. Empiezo a escribir otras historias. Y las historias son como hacer radio, nunca sabes donde empiezan y donde terminan y a quienes les llegan. Y eso también es la vida. Esa también es mi vida.
Citas: (Cuentos de Eduardo Sacheri)
*”Reuniones de egresados” cuento que está incluido en el libro “Lo raro empezó después” editado por Galerna en 2004.
**”Nunca tuve suerte con las mujeres” cuento incluido en el libro “Te conozco Mendizábal” editado por Galerna en 2001
***”La pregunta de sus ojos” Novela editada por Galerna en 2005 y reeditada por Alfaguara en 2010
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Un reencuentro en 1345 palabras.
Comunicación para acordar el encuentro:
Nervios. Él se pregunta si contestará o no el mensaje. Taquicardia. Obvios indicios del “Corazón delator”, pero él no se da cuenta.
Respuesta:
Él ve el mensaje, la frecuencia de los latidos se incrementa de nuevo. Ella Acepta, y él respira…pero con dificultad.
Acuerdo de hora y lugar:
Esto varía, ambas partes sugieren un sitio, pero nada se decidirá hasta llegado el día. Él siente que no va a llegar, que antes el pecho se le hará añicos.
Día acordado:
-¿Podes ir hoy a la cafeteada?- Pregunta él vía texto.
- No, hoy la que cancela soy yo-. Es la respuesta de ella.- Perdón- agrega la doncella.
- Bueno, no hay problema- Dice él, pero sin convicción, y siente que el torso le habla.
- Perdón, ahora sí, se pospuso mi actividad, hoy es el día, a las 17 puedo-. Ese es, más o menos, el nuevo mensajito de la dama.
- Ok, dice él (y cree que la mollera le implota y que todos esos ruidos son los que se escuchan en su caja torácica, pero no, los tum tum delatores eran del órgano vital).
Antesala de él:
El ritmo del bobo es intenso y va en aumento. El lugar elegido está cerrado, y la magia de los libros de don Antonino se esfuma. ¡Qué cagada! Dice él, y lo dice bien en castellano, total estoy solo piensa, pero él sabe que igual lo diría aún en su presencia, hay cosas que se dicen sin pelos en la lengua, pero no todo puede decirse, no todo, y él lo sabe bien…
Antesala de ella:
Voy viajando en micro (dice), llego cinco minutos tarde, esto es más lerdo que Manuelita.
Antesala de él:
Lee el mensaje y le explota una carcajada, y los albañiles que trabajan en la confitería vallada se ríen de él, pero a él no le importa. Contesta el texto y le dice mandate para la Vereda.
Antesala de él:
Endereza el rumbo y enfila por la plaza mayor, entonces la ve, y otra vez el pulso a mil, otra vez…
El encuentro:
Se ven, se miran y se saludan. Él la ve tan hermosa como la recuerda, a lo que no estuvo atento es a saber si se lo dijo, cree que no. Y el abrazo para él se retrotrae a 23 años. Fue casi en el mismo lugar, solo que unos metros más allá, en la glorieta y con compañeros de testigos. Ese día ella tenía un pullover o buzo verde, eso lo tiene muy presente. El estrechamiento no fue una escena de película, pero fue el que le dio ella y para él eso fue imborrable. Para él eran épocas bravas y esos pequeños gestos lo llenaban de oxígeno, digamos que también le acomodaban el alma. El entrelazado de extremidades superiores ya no se repetiría hasta esa otra jornada, quién lo hubiera dicho cavila él. -¿Quién dijo que veinte años no son nada?- ¡Una vida son!- Piensa… y se repite- ¡Sí carajo, veinte abriles son una vida!-
Todo eso si lo recuerda bien, pero tampoco se lo apunta.
El camino:
A ella le llega el mensaje del cambio de cafetería y lo blanquea en voz alta. Así anda todo en este país recapacita él y dice que no solo el micro anda como la tortuga pehuajense. Y ahí también piensa en eso del tiempo, en que ese guacho no debería seguir despachando horas, minutos y segundos…
El camino 2:
Intercambian las primeras frases. Él le pregunta por su salud, por la cirugía y el tratamiento. Ella le cuenta. Ella le dice que la ansiedad es un punto débil de su vida. Él piensa:- No sabes cuanto te entiendo-. Pero no recuerda si lo dijo para afuera y por las dudas se calla. No vaya a ser cosa que se noten sus propias ansias…
Cafeteada:
Se sientan. Él se desploma, las piernas le tiemblan y no sabe si es por la emoción del reencuentro o por sus dolores lumbares crónicos, cree que son las dos juntas, pero más la primera.
Ordenan y él le pregunta, y ella contesta. Y él solo sabe que quisiera que eso no termine nunca, pero él sabe que no es así, que el hechizo terminará cerca de las 18.
Y la escucha hablar de su hijo y de sus metas. Ella le vocifera la posibilidad de que su primogénito (con nombre de párroco futbolero) emigre a tierras del mejor tenista de la historia y él la ve nublarse, a ella se le empañan los ojos y el espíritu, de eso él está seguro, porque él de esas cosas sabe bastante. Entonces le espeta una de las tantas frases hechas que tanto odia, y le da bronca lo que acaba de expresar. Pero no quiere verla mal, y con eso se conforma.
También la escucha contarle de sus anhelos de un doctorado en la provincia cuna de la Independencia, y él, mentalmente hace el viaje hasta allá y piensa -¡Carajo, qué lejos!-, pero no se lo dice, de eso está seguro, no lo dice.
Mientras todo eso pasa, él solo escucha que alguien lo botonea y mira para todos lados buscándolo. Pero al toque descubre que el golpeteo que oye es el de su cuore, entonces ya no busca más, sabe que solo él sabe que lo están delatando, y su sesera entiende el mensaje, y se acuerda de Cerati y de veintipico de años atrás cuando esa misma mujer, antes una adolescente como él, le salvó la vida y no metafóricamente.
Y él se emociona, pero no quiere que se note, y se lo agradece pero no a viva voz, eso, se dice a si mismo, quedará para otra oportunidad, y si no la hay no importa se susurra él, pero sabe que eso es resignarse y no quiere, él sabe que sí le importa, pero más allá de que haya o no otra reunión él está al tanto que se lo va a deber toda la existencia.
Despedida:
Él llama al mozo, el empleado no lo ve, tampoco lo escucha y él se alegra, porque aunque sea, unos segundos más la va a contemplar y la va a oír.
Pero el encargado al final viene, él le paga y encaran la puerta del café, él mira para atrás y relojea al mejor prestidigitador que dio esta ciudad quién, como tres tardes a la semana, saborea un café exclusivo, y eso él lo sabe porque lo ha entrevistado y el ilusionista se lo ha manifestado.
Entonces él piensa en su frase más famosa, no de una propia, sino la del “mago”:- “Más lento no lo puedo hacer”-…y él se ríe para sus adentros, sabe que hizo lo mismo. Va a retener todo lo vivido en cámara lenta, solo para que dure más.
La acompaña unas cuadras, ella se va a estudiar y a trabajar, y él también. Él va en busca de entrevistas que terminarán, en algún momento, en otro libro.
Y también sabe que en unas horas todas estas letras empezarán a ser garabateadas, pero no sabe como van a terminar, igual eso no lo preocupa demasiado, él sabe que no es Dios, y que las cosas y las personas, en la vida de cada uno, pasan por algo. Él ya sabe que ella lo salvó de la muerte, allá lejos y hace tiempo, y se repite que se lo deberá ´for ever´.
Él no quiere darse vuelta, no quiere ver como se va. Y se queda con sus últimas palabras y espera que sean realidad pronto, que no pasen veinte años más, pero enseguida se acuerda del gran Gabo y de una de sus obras eternas, la de Fermina y Florentino y se vuelve a reír, y la gente lo mira y él sabe que no lo entienden, pero no le importa.
Son las tres de la mañana de una fría noche de agosto, es el día después del reencuentro y estos renglones ven el punto final. Fue, sin dudas, un día feliz y él, así se duerme.
Posdata final: Vuelvo al inicio, y a la cita del relato de Sacheri. Han hojeado que yo también adeudo gratitudes. Y aunque lo que debo es de carácter privado y mi memoria sea el salvoconducto de esa lealtad, decía, aún con todo eso, me era ineludible dejar una constancia para que ni siquiera el impiadoso tiempo se salga con la suya.
Por eso lo estoy escribiendo. Ella nunca supo que me resucitó, mucho menos de que manera. Y más allá de no haberlo contado en esta columna, y aunque el tiempo haya cometido la estupidez de seguir transcurriendo, yo sé que se lo deberé hasta el infinito y más allá.
Esta es, pues, mi manera de decirle gracias. Ah, me olvidaba, ¡Feliz cumpleaños Mariana! Y como diría Cerati: ¡Gracias totales!...
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